FRAGMENTOS DEL QUIJOTE
De la Primera Parte, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha,
publicada en 1605, podéis probar a leer...:
El Prólogo en el que Cervantes emplea el tópico de la falsa modestia (o quizás no tan falsa en este caso, porque él era consciente de que un libro paródico podía no ser tomado demasiado en serio, o incluso lograr el desprecio del "desocupado lector" al que se dirige). Y lo que logra aquí Cervantes con la maestría de su pluma es la complicidad del lector para que acoja de buen talante una obra sin la carga de erudición y seriedad que solía acompañar a los grandes títulos que se publicaban entonces.
Por supuesto, el primer capítulo, en el que asistimos al nacimiento del personaje de Don Quijote, que se hace a sí mismo imitando lo que él había leído en los libros de caballerías, fingiendo que la realidad imita a la ficción; en este caso, la vida a la literatura. Y este juego entre realidad y ficción, o entre vida y literatura, será una de las constantes y geniales hallazgos de la obra. Así que en En un lugar de la Mancha podéis leer la descripción del hidalgo manchego y el origen de su locura, y en Nacimiento de Don Quijote, conocer como nace el personaje.
En el Capítulo II asistimos a la primera salida de D. Quijote, en la que el personaje se va solo de su pueblo, y le habla a su narrador (ese "sabio encantador" que será "cronista de esta peregrina historia"... o sea, el propio Cervantes), consciente de que como caballero andante tendrá su libro de caballerías (que es precisamente este que estamos leyendo), y dispuesto a conseguir ser armado caballero, requisito para poder lanzarse a buscar aventuras por el mundo. Y continúa el juego, también parodia de los libros de caballerías, con esos "autores" que han escrito sobre Don Quijote, y que son la fuente que el narrador maneja para contar su historia.
En ese mismo capítulo llega, por fin, D. Quijote, a una venta: lugar de paso para viajeros y de encuentro de múltiples personajes, que tendrá un papel muy importante en una historia como esta, con un protagonista itinerante. Pero eso sí, D. Quijote la transforma, con su imaginación caballeresca, en un castillo, para regocijo del ventero socarrón que se encontrará en ella.
Y ese mismo ventero socarrón será el que lo arme caballero en el Capítulo III, y le hará las recomendaciones prácticas (llevar dinero y ropa limpia, por ejemplo) a las que nunca se alude en los libros de caballerías, pero tan necesarias, que harán volver a D. Quijote por primera vez a su pueblo, eso sí, para volver a salir de nuevo, a buscar aventuras, ya como caballero.
Tras su vuelta a casa, y mientras él duerme, sus allegados, preocupadísimos por la "chaladura" del maduro hidalgo, deciden poner remedio quemando lo que consideran su causa: la biblioteca entre cuyos volúmenes había perdido el juicio. Pero deciden hacer una selección en los libros antes de quemarlos, por si alguno pudiera ser salvado. Así, Cervantes va poniendo en boca del cura y el barbero una crítica de algunos de los títulos mas leídos y conocidos de su tiempo. Algunos, del propio Cervantes. Se trata del famosísimo y "donoso" escrutinio.
Don Quijote no ceja en su empeño: es más, decide buscar escudero, que era ya lo único que le faltaba para ser un caballero andante en condiciones. Y para tal puesto se busca a su vecino Sancho Panza, contrapunto genial y hallazgo feliz, clave para que la novela creciese por sí sola yendo mucho más allá del propósito inicial de su autor. Comienza así la divetidísima instrucción del campesino en el mundo caballeresco, y la sempiterna promesa de una ínsula que gobernar como futuro premio por sus servicios.
Y por fin, llega la primera aventura, que se ha convertido en todo un símbolo del personaje: la de los molinos de viento que D. Quijote cree gigantes. Y el primer choque con la realidad, que el protagonista soluciona, como siempre en esta primera parte, con la misma imaginación caballeresca que lo había provocado.
Tras esa primera aventura, llega la segunda, en la que ya se ven implicados nuevos personajes: en este caso, unos frailes de San Benito, atónitos -y un poco asustados- ante la figura del caballero que los toma por secuestradores de princesas. Aventura representativa de cómo suceden las cosas en esta primera parte: D. Quijote transforma la realidad, Sancho intenta inútilmente avisarlo y detenerlo, y finalmente, alguien -generalmente el pobre Sancho- se lleva algún palo.
De la Segunda Parte, publicada en 1615 y titulada El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha, os propongo los siguientes fragmentos:
En el Capítulo III, antes de la tercera salida de nuestro protagonista, se recoge el díálogo entre el bachiller Sansón Carrasco (que tendrá un papel fundamental en la obra), D. Quijote y Sancho acerca del libro que cuenta sus hazañas (es decir, la primera parte de la obra, de 1605, que los personajes han leído y comentan). De este modo, los personaje se sitúan en el mismo plano de realidad que los lectores, en un juego entre realidad y ficción insuperable, que es uno de los muchísimos aciertos y rasgos de sorprendente modernidad de la novela.
La treta que urde Sancho para encontrar a Dulcinea y salir así airoso de una petición de su amo y que es representativa de cómo suceden las cosas en esta segunda parte. En la primera, D. Quijote había pedido a Sancho que le llevara una carta a Dulcinea, y ante la dificultad del encargo, Sancho había optado por mentirle a su amo, y decirle que había entregado esa carta cuando no era así, inventándose todos los detalles del supuesto encuentro con Dulcinea. Así que ahora D. Quijote lo manda de nuevo a buscarla, y Sancho buscará como solución lo que es común ahora: utilizar la locura de D. Quijote para intentar engañarle y transformar la realidad, que él ya ve tal cual es, para hacérsela ver acorde a los libros de caballerías. Empieza el entrecruzamiento entre ambos, y la evolución de los dos personajes es más que evidente.
En "El caballero de la Blanca Luna" asistimos al reto e inevitable derrota de Don Quijote, que se ve vencido por su propia fantasía (a la que, de nuevo, dan cuerpo el resto de los personajes) y obligado por su propia palabra de caballero a volver a su pueblo y renunciar a su locura... o a su sueño... o a lo que sea...
Y efectivamente, vuelve a su pueblo vencido y sin su sueño, y quizás por ello, cae enfermo, recupera la cordura (¿o pierde la locura?) y decide hacer un sensato testamento, sin ceder ni ante los ánimos que le da el antes materialista y práctico Sancho de levantarse de la cama y buscar otro sueño.
Y finalmente, D. Quijote muere, e insiste Cervantes en ello para que ningún otro autor, distinto del autor ficticio que él creó para don Quijote (el moro Cide Hamete Benengeli) vuelva a inventarse hazañas falsas sobre él, como había hecho el "tordesillesco" Avellaneda con su Quijote apócrifo, que tanto había herido al manco de Lepanto. Y termina recordando cuál había sido su propósito al escribir la obra, que, aunque cumplido, puede ser fácilmente olvidado.
Porque con este propósito le salió sin querer la que es, de momento, la novela más grande, profunda, compleja, divertida y melancólica de todos los tiempos. Y todo eso, al mismo tiempo, que tiene aún más mérito.
Extraído de:
http://teresadientedeleon.blogspot.com/2013/05/el-quijote-fragmentos.html
Para saber más:
Extraído de: https://lclcarmen3.wordpress.com/proyectos/quijoteando-centenario-del-quijote/las-obras-de-miguel-de-cervantes/el-quijote/los-libros-de-caballerias-y-el-quijote/el-sabio-cronista-y-el-manuscrito-encontrado/
El sabio cronista y el manuscrito encontrado.
Los libros de caballerías fingen ser traducciones de antiguos libros escritos en lengua extranjera (griego, latín, árabe, inglés, etc.) por algún sabio cronista y hallados en circunstancias excepcionales. El original reviste la forma inicial de una crónica y el cronista en cuestión emplea los recursos propios de la historiografía. El verdadero autor de la obra se presenta entonces como simple traductor de un libro ajeno, lo que le permite un juego de distanciamientos y perspectivas en relación con la narración y salvaguardarse de las críticas y censuras que pudiera recibir. El título, las piezas preliminares y el colofón ofrecen ya esta información e imagen de la obra.
Cervantes recurre a este tópico en El Quijote para crear un artificio narrativo que él complica hasta el infinito. Cervantes ensaya el procedimiento del manuscrito encontrado, inventa un historiador moro al que atribuye la autoría de la obra, un traductor que la vierte al castellano y se sitúa él mismo —mejor dicho, su figura también ficcionalizada— como «segundo autor», que mediante un narrador omnisciente en grado sumo, entrega dicha historia a los lectores. En tan fecundo proceso el punto de vista se ha desplegado en múltiples perspectivas.
La técnica del manuscrito encontrado, además de ser parodia del mismo recurso empleado en los libros de caballerías y de dar mayor ilusión de verdad a los hechos de don Quijote, es manejada como procedimiento del que se derivan hallazgos importantes:
a) El historiador moro Cide Hamete Benengeli es el primer «autor» del Quijote.
b) El morisco aljamiado es su primer traductor (del árabe al castellano)
Acceso
al libro completo en Centro virtual Cervantes